domingo, 18 de enero de 2015

Expediente X-(tremeño)



Ya volví de mis vacaciones en Extremadura.

Dicen los sabios que algunos viajes cambian la forma de ser y la manera de ver las cosas de la gente que los realiza; que los maravillosos y emotivos recuerdos quedan para siempre grabados en nuestro subconsicente, que nos cambian la vida, haciéndonosla ver desde una nueva perspectiva...

Debo confesaros que es cierto: a mí este viaje me ha cambiado.
He visto cosas, he oído cosas y he sentido cosas que nunca antes había experimentado.
Ahora, soy una nueva mujé.

Todo comenzó cuando tuvimos que ir a recoger unas cosas a casa de la señora abuela de mi novio.
La casa, se parecía mucho a ésta:



No, hombre. No tanto. Era blanca, estrecha aunque muy grande por dentro.
Mi novio me había estado contando historias de ésas en plan: casi mejor que no subamos al desván, ¿eh? Y no era plan de contradecirle.

Total, que la luz no se encendía. Por más que manipulara y manipulase el interruptor y otros botoncitos, no iba. Hacía varios meses que la casa estaba deshabitada, porque la abuela de mi novio se encuentra en otra ciudad.
Había que subir los escalones, así que, linterna en mano y todo a oscuras, mi novio subió primero. Yo le seguía a escasos centímetros.
De repente...

- Tía: yo no subo más.
-Pero, ¿por qué?
-Me da un huevo cague. Paso.
-Pero si tenemos que coger eso.
-Ya, pero que no.
-Pues trae la linterna, que subo yo...

Ejem, ejem... ¿quién es el hombre en esta la relación?

Al final, vinieron sus padres, su tío y su primo a ayudarnos con la luz, sin éxito. El primo, para demostrar que era un puro macho ibérico, tomó la linterna y se dirigió hacia arriba, sin importarle que aquella casa diera más mal rollo que ver a la Duquesa de Alba recién levantada.

Al fondo hay sitio



-J.M. Buendía, que la tiene podría..., J.M. Buendía, podrío lo tiene, ¿el qué? el pene...

Yo, que aún no poseía ese magnífico aparato que te permite abstraerte felizmente de la realidad (llamémosle mp3, discman, o incluso anticuado walkman si lo preferís), tuve que escuchar la canción todo el trayecto. Creedme, la primera media hora fue fascinante, incluso movía los pies al compás de la melodía, pero cuando llevas casi dos horas encerrada en el Opel aquel que teníamos, deseé que el sistema anti-apertura de las puertas traseras impuesto a los niños se desbloqueara para tirarme a la carretera...

Finalmente, llegamos a nuestro destino. Dos besos a todos, y directos a tomar un pequeño aperitivo, ya que la hora de comer estaba próxima.
No recuerdo nada de lo que pasó durante mi Al fondo hay sitio y la ingestión de alimentos en el restaurante.
Lo que sí recuerdo fue lo que ocurrió cuando dimos un paseo para bajar la comida...

Me fui directa a la mujer del amigo de mi padre y le dije, así, tal cual, sin venir a cuento:

-J.M. Buendía, que la tiene podría..., J.M. Buendía, podrío lo tiene, ¿el qué? el pene...

Todos se quedaron a cuadros, y luego, como son buena gente, a carcajada limpia, después de unos instantes de tensión.
Mi padre tuvo que explicar que él había sido el único y verdadero culpable de mis soeces cánticos, impropios de una niña de ocho o nueve años, ya que nadie le creyó (porque todos le conocemos) cuando repuso, primeramente:

http://alfondohaysitio.net/

-¡Ay, estos niños! Hay qué ver lo que se inventan, ¿eh?

No, papá, no coló. Eso te pasa por ser tan pesao... encima quería dejarme mal a mí, ¿os dais cuenta?

Lo mejor fue la respuesta que el mismo protagonista de la canción contestó para quitarle hierro al asunto:

-¿Que la tengo podría? ¡Jajajaja! De tanto tiempo que llevo sin meterla, ¿eh, cariño?

J.M. Buendía y mi padre, tal para cual. Ahora, la más avergonzada era su mujer. Pobre... cada vez que me acuerdo...